Sentís el mismo dolor que Facu Conte cuando está en una pierna, pero al rato te das cuenta que pide volver a la cancha con las muelas apretadas. Le mirás los ojos a Cachete de Cecco y llegás a entender lo que es tener lucidez en un momento de presión. Escuchás el ruido que generan los golpes de Poglajen, de Bruno Lima, de Solé, y te querés meter a la cancha a abrazarlos. La Selección de vóley jugó este torneo con los cinco sentidos argentinos. Contagió pasión. Argentinidad al palo. Dejó la carne en el Maracanazinho. El deporte a veces es cruel. Lo fue con este equipazo de Julio Velasco. En un tremendo duelo de cuartos, ante Brasil, cayó por 3-1 (25-22, 17-25, 25-19 y 25-23). Nada para reprochar... La Selección debió disputar una final adelantada ante el local en el partido inicial de la segunda fase, luego de haber quedado primera en su grupo. De pie, señores. Perder así no es perder.
Ganarle a Brasil en Río de Janeiro, algo que nunca se había dado, resultaba un desafío que exigía un nivel de concentración, de intensidad, de inteligencia, al borde de la perfección. La Argentina arrancó en ese modo. Y controló el juego hasta el 10-10 del set inicial. Hubo un instante maldito que modificó lo que se venía dando: la lesión de Facundo Conte. Se sintió el golpe. Y, aun así, la Selección pudo aguantar esa pava con agua a 200 grados centígrados que era el Maracanazinho. ¿Se puede jugar al 101% durante tanto tiempo? Difícil. El servicio de Mauricio complicó la recepción. El cierre fue brasileño.
No perder la lucidez, ésa era la cuestión que pedía Julio Velasco para encarar estos encuentros. A partir del 8-8 del segundo set, la Argentina prendió la lamparita. Se iluminaron Conte, Poglajen, y un De Cecco que les pedía cabeza a sus compañeros. Se olía que estos tipos no iban a bajar los brazos, que Solé iba a aparece para bloquear a todo el estadio, que el clásico continuaría. Fue 25-17.
Una lástima lo que siguió. Un parcial 0-5 desde el vamos terminó siendo decisivo para el desarrollo del juego durante los minutos siguientes. Y cuando parecía que la Argentina cedía el tercer capítulo, cuando la diferencia resultaba irremontable, hubo una reacción positiva de los de Velasco. No fue suficiente.
Te dan ganas de preguntar, ¿por qué? ¿Por qué después del batacazo de la primera fase tocó lo que tocó para el encuentro de cuartos? ¿Por qué debió salir Facu cuando la Selección estaba más firme en el inicio del juego? ¿Por qué no aparece un favorcito de los dioses de la red?
El cuarto set fue palo y palo hasta el 18-18. Y Brasil sacaba una ventaja. Pero luego los pibes se lo empardaban 22-22. Y de nuevo palo y palo. Hasta la última pelota. Hasta que se terminó la ilusión. Bah, con esta Argentina, con este equipo, la ilusión no se puede terminar. De pie.